martes, 13 de diciembre de 2011
EL PRESIDENTE DEL MEJOR TENERIFE
Me pide Iñaki que escriba (con cierta urgencia) para su blog un artículo sobre Javier Pérez en el séptimo aniversario de su fallecimiento. La primera reflexión que hago es que el tiempo pasa muy rápido. Demasiado rápido. Y la segunda, tras leer el artículo del propio Iñaki, es más una matización que una reflexión: pienso que Javier Pérez fue el presidente del mejor Tenerife de la historia, pero no me atrevo a decir que fue el mejor presidente de la historia. No a riesgo de ser injusto con don Pelayo López y don Heliodoro Rodríguez.
Lo que sí hizo diferente a Pérez de sus antecesores fue su ambición. Y su valentía. Su primera temporada en la entidad, la 86/87, es una muestra de esas dos cualidades. Valentía para, en compañía de otros intrépidos dirigentes, hacerse cargo de un club en estado de ruina. Y ambición para, una vez conseguido el ascenso (con un equipo en el que formaban habitualmente diez canarios con Aguirreoa de portero), huir de la autocomplacencia y mirar al futuro. El eslogan elegido al día siguiente de consumarse el regreso a Segunda División es un ejemplo: "Ahora empieza lo bueno".
Le acompañó siempre un carácter difícil... que estuvo a punto de arruinar el ascenso a Primera División al provocar, con su intransigencia, aquel motín del Maritim en las vísperas de la histórica goleada contra el Betis. Pero ese mismo carácter hizo que se rebelara ante las dificultades y que no se rindiera ante las adversidades. Y que no se conformara con logros que el tiempo ha demostrado que merecen el calificativo de históricos. Esa insatisfacción constante fue la que le llevó a que el Tenerife viviera siempre un escalón por encima de sus posibilidades.
Hay ejemplos de lo dicho: fichó a dos promesas del fútbol español como Felipe Miñambres y Quique Estebaranz para un recién ascendido, logró que Redondo viniera a un equipo que un mes antes había evitado el descenso en una agónica promoción ante el Deportivo, convenció a Pizzi y Dertycia para que militaran en un conjunto habituado a luchar por la permanencia... Y siempre quiso más. Primero, la clasificación para la Copa de la Uefa. Y luego un título que hubiera dejado un poso histórico indeleble en un club como el blanquiazul, con mucha historia pero escaso pedigrí.
No estuvo lejos de lograrlo. Celta y Schalke 04 se cruzaron en el camino. Pero para los que vivieron aquellas eliminatorias de Copa del Rey o Copa de la Uefa nos queda la certeza de que los rivales no fueron mejores y el convencimiento absoluto de que la consecución de un título no hubiera sido una utopía. Después llegó la cuesta abajo, el descenso y otro ascenso con Benítez en el banquillo... y en el que Pérez, al no rendirse ante Jesús Gil y Manuel Ruiz de Lopera, tuvo un papel decisivo en esa lucha desigual frente a dos transatlánticos como Atlético de Madrid y Betis.
Eso sí, en mi particular memoria, en estos tiempos de tribulaciones y de peregrinación (esperemos que breve) por la Segunda División B, guardo un recuerdo paradójico: esos cursos en los que se percibía como un fracaso que el Tenerife acabara décimo en la clasificación de Primera División. Javier Pérez, con su gestión, tenía buena parte del mérito de que el Tenerife pudiera ser décimo en una de las mejores competiciones del mundo. Y Javier Pérez, con su ambición, también tenía buena parte de culpa de que percibiéramos ese éxito como un mal resultado.
Un contrasentido. Pero así era Javier.
Artículo de LUIS PADILLA. Licenciado en Ciencias de la Información. Trabaja en Azul y Blanco Comunicación desde marzo de 2005. Ha desarrollado su carrera periodística en Diario de Avisos, La Gaceta de Canarias y La Opinión de Tenerife.
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