sábado, 31 de diciembre de 2011
ADELARDO, EL HOMBRE IMPRESCINDIBLE
Un 30 de diciembre de 2002, tras 17 años al frente de la entidad, Javier Pérez y su junta directiva abandonaban el Club Deportivo Tenerife. Dos años después, un 13 de diciembre de 2004, fallecía el inolvidable presidente que nos hizo soñar. Ahora, un 30 de diciembre de 2011, muere Adelardo de la Calle, vicepresidente en la mejor época de la historia blanquiazul. Diciembre, el último mes del año, resulta entrañable, pero, cuando te toca la fibra sensible, se convierte en un tormento.
Lalo, como lo conocían los más cercanos, era una persona irrepetible y su peso en la historia del CD Tenerife ha sido clave aunque no figurara en primera fila. Tuvo mucho que ver en aquel irrefrenable crecimiento de la entidad. Era el hombre que siempre estaba detrás del líder, en la oscuridad porque no era amante de la notoriedad y siempre rechazaba ser noticia hasta que la propia dinámica le obligaba. Un cerebro privilegiado que Javier trajo al Club porque necesitaba una persona con su capacidad y que acabaría convirtiéndose en su mano derecha.
Puso en marcha el departamento de merchandising del CD Tenerife que fue un ejemplo a seguir para muchos clubes de la Liga de Fútbol Profesional e incluso del extranjero. Fui testigo de la presencia de directivos de diferentes entidades que venían para conocer cómo era capaz un club tan pequeño de poner en marcha la maquinaria para proyectar su imagen dentro y fuera de la isla, algo que parecía solamente reservado a los grandes. El Tenerife fue precursor y Adelardo de la Calle el artífice de aquel fenómeno.
Era difícil ver relajado a Lalo porque siempre estaba de aquí para allá. Venía corriendo y salía corriendo del Callejón del Combate porque quería supervisarlo todo en su afán perfeccionista que no dejaba nada urgente por hacer tanto en su empresa privada, en el CD Tenerife como en el ámbito familiar. Era una máquina humana.
Recuerdo bromear con él porque siempre llevaba un llavero colgado de la cintura con un montón de llaves que se movían y anunciaban que llegaba antes de que pudiéramos verle. Luego llegaba, preguntaba si había algo importante y se metía en el despacho horas y horas resolviendo asuntos importantes. Teníamos los despachos pegados en la tercera planta de la sede social, por lo que nos veíamos a diario y hablábamos de tantas cosas que me emociono solamente de recordarlas.
Adelardo tenía una admiración tremenda por Javier y siempre fue un hombre leal hasta el final. Cuando creía que Javier se equivocaba, le llevaba la contraria con argumentos e intentaba hacerle recapacitar. Se quedaba muy preocupado cuando Javier seguía erre que erre con determinados asuntos, pero nunca le fallaba. Es más, no exagero si digo que Javier no podía vivir sin él, una expresión válida para explicar lo importante que era la figura de aquel vicepresidente para el máximo mandatario.
Su figura era básica para el buen funcionamiento de todo, desde lo más importante a lo más ínfimo. Quería que la imagen del Club fuera impoluta y no dejaba escapar ni el más pequeño de los detalles: el equipaje del equipo, la ropa de paseo, los uniformes, los banderines, las placas, la fruta en el vestuario arbitral y del equipo visitante, los detalles de protocolo, la composición de las mesas, el vino que se servía,... Su obsesión era la buena imagen del Club Deportivo Tenerife.
Las grandes operaciones que hizo el Club, las comenzaba Javier, pero las remataba Adelardo que le echaba horas y horas a las negociaciones hasta que se cerraban. De ello pueden dar fe muchos jugadores, representantes o directivos de otros clubes. También pueden hablar acerca de su caballerosidad y buen trato los políticos del Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife o Ayuntamientos durante su etapa. Peleaba hasta la última peseta y procuraba sacar siempre el acuerdo más ventajoso para el CD Tenerife.
La salud le dio un gran susto hace pocos años y algunos llegamos a pensar que se nos marchaba, pero Lalo era un gran luchador y superó, con fuerza de voluntad y sacrificio, aquel momento tan delicado que le obligó a bajarse de la nave porque la vida era mucho más importante que cualquier otra cosa. Javier lo echó mucho de menos en su recta final y no hacía más que pensar en él porque le necesitaba a su lado.
En el recuerdo tengo muchas imágenes de tantísimos momentos junto a Adelardo de la Calle, que sería interminable recordarlos. Por eso, independientemente a esas estampas que guardo en mi memoria, quiero recordarlo como realmente fue siempre: una persona educada; exquisita en el trato; jefe, compañero y amigo, al que, como me ocurre con Javier Pérez, nunca podré olvidar porque ambos son parte de mi vida. Descanse en paz.
Artículo del periodista JOSE ANTONIO PEREZ que publica hoy en La Opinión de Tenerife.
P.D: En la imagen superior el autor de este comentario cuando era Jefe de Prensa del conjunto blanquiazul junto al técnico Jupp Heynckes y Adelardo de la Calle en un viaje a Venezuela en la década de los años 90.
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