Escribir acerca de la figura de Javier Pérez, el ex presidente del Club Deportivo Tenerife, es hacerlo sobre los instantes más sobresalientes de la historia de la institución tinerfeñista. Podríamos decir aquello de que "parece que fue ayer" y resulta que ya han pasado siete años desde que una terrible enfermedad acabara con su vida y despidiéramos a quien fue capaz de impulsar al club blanquiazul hasta lo más alto. Cualquier referencia a su trayectoria como dirigente deportivo es hacerlo a la participación continuada del equipo en el campeonato de Primera y a las incursiones inolvidables en el concierto europeo, pero ayuda también a valorar lo que supuso dicha experiencia para la proyección exterior de la Isla y del Archipiélago.
En las circunstancias difíciles por las que ahora atravesamos, como consecuencia de una crisis latente en todos los ámbitos de la vida económica y social, esa figura única de Javier Pérez adquiere un significado especial. Sobre todo por la capacidad que tuvo de ilusionar a miles de aficionados cuando peor le iba a la entidad que tanto amaba. Porque hay que recordar que en aquel instante, en el verano de 1986, tuvo arrestos suficientes para encabezar un proyecto que trataba de sacar al Tenerife de una situación agónica. Prácticamente nadie daba un duro por la suerte de un club acuciado por las deudas, al borde de la desaparición. Fue esa la clave de su entrada en escena: la ilusión. Convencido como nadie de que había margen para salir del atolladero, aunó voluntades y tiró con ahínco del Tenerife hasta conducirlo por la senda de la recuperación. Paso a paso, con firmeza y esperanza, lideró una reconstrucción extraordinaria.
Como consejero de Deportes del Cabildo de Tenerife, tuve la fortuna de conocer a Javier y de participar en esa aventura, que contó con el apoyo de instituciones públicas y privadas de la Isla, junto al respaldo unánime de la afición blanquiazul. Coincidimos en muchas cosas, igual que discrepamos en algunas otras. Porque, como suele suceder con los grandes líderes, se trataba de una persona incapaz de provocar indiferencia y seguramente por ello dejó una huella imborrable.
Son muchos los recuerdos personales que guardo de aquellos instantes, entre los que sobresalen las vicisitudes que tuvimos que soportar durante la remodelación del Estadio Heliodoro Rodríguez López, en medio de la competición, lo cual hacía más complejo el desarrollo de los trabajos. Y de manera especial, la tarea de cambiar el césped del campo de juego, con lo que ello suponía para el desenvolvimiento del equipo. Fueron, sin duda alguna, noches en las que llegamos a perder el sueño pero que acabaron viéndose recompensadas con magníficas tardes de fútbol. ¡Cuántas veces lo recordamos Javier y yo!
Hoy, siete años después de su fallecimiento, seguimos estando en deuda con Javier Pérez. Lo estaremos siempre porque nuestra gratitud inmensa no acabará de llenar el vacío que nos dejó. No obstante, nos queda el legado de su ejemplo de ilusión y esperanza en el porvenir. De creer en las metas más altas que nos propongamos, siempre que seamos capaces de afrontarlas con sacrificio e imaginación.
José Manuel Bermúdez Esparza
Alcalde de Santa Cruz de Tenerife
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