No por esperada la noticia ha dejado de invadirme la tristeza. Con la desaparición de Justo Gilberto, el fútbol canario y el tinerfeño en particular, pierde al más grande y no lo digo yo solo. El gran Luis Molowny en las tertulias que celebraba con sus exdiscípulos, de cuando en cuando, siempre decía que el jugador más completo que había tenido a sus órdenes era Justo Gilberto y piensen cuántos jugadores de nivel tuvo Molowny a sus órdenes.
Pero si Justo Gilberto fue grande como jugador, como persona era una maravilla. Mis contactos con Gilberto se iniciaron desde muy pequeño ya que me hacía disfrutar de su fútbol en el Estadio. Cuando jugó en la U.D. Las Palmas, tuve la inmensa fortuna de disfrutar de nuevo de sus cualidades futbolísticas ya que coincidió con mi etapa de estudiante universitario en Gran Canaria y, además, éramos casi vecinos en la zona de Escaleritas.
En mi etapa de futbolista coincidí con él como técnico y una vez retirado fuimos compañeros durante muchos años en el equipo de veteranos Muebles Yanes. Esa fue la época en que conocí a Gilberto más en profundidad y en la que descubrí las grandes virtudes que atesoraba como persona. Posteriormente nuestros caminos se volvieron a cruzar durante mi paso por el Consejo de Administración del C.D Tenerife, donde él era técnico de la cadena de filiales y fue ahí donde comenzó a sufrir los primeros síntomas de una enfermedad, de la que se recuperó perfectamente y que pasados unos años pudo finalmente con él.
Era muy habitual verlo pasear, acompañado de Martín Marrero, por el litoral santacrucero y esos fueron los últimos momentos que pude compartir con él.
Durante todo este tiempo nunca le oí hablar mal de nadie, eso sí, en cuanto al fútbol, siempre fue muy exigente con los jugadores que militaban en el Tenerife, lo cual era normal porque al compararse con el fútbol que él desplegó casi nadie era capaz de superarle y por tanto su nivel de exigencia era extremo.
A lo largo de su carrera como técnico de la casa colaboró muy estrechamente con todos los entrenadores, pero quizás con el que mejor estuvo fue con Xavier Azkargorta, el cual siempre destacó el papel fundamental que Justo tenía en el vestuario y además fue su mayor defensor ante aquellos que querían prescindir de sus servicios.
Me vienen a la memoria muchas anécdotas vividas con él, pero ya me las quedo para mis recuerdos.
A su mujer, Rosy, y a toda su familia les quiero enviar un beso muy grande y a Justo Gilberto, allá donde esté, un abrazo. Descanse en paz.
Artículo de JULIO LUIS PEREZ, exconsejero del Tenerife. Les unía una gran amistad.
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